"Each Event is preceded by Prophecy.
But without the Hero, there is no Event".
(Zurin Arctus, the Underking. The Elder Scrolls III: Morrowind)
Un día sucede algo que no se diría fuera de lo común. Con el tiempo, lo común se ha convertido en un lugar demasiado amplio y cada vez es más difícil poder calificar un suceso como inusitado o extraordinario. Lo insólito se ha diluido en millones de vidas, vividas y repetidas de forma ignorada. Pocas cosas hay nuevas. Y pocas nuevas son buenas.
Después, sucede que alguien —posiblemente más perspicaz que otros— le da valor al evento. No por parecer corriente a muchos observadores el asunto deja de tener cierto brillo. Es algo que quedó bastante desvaído y vulgar en las páginas de los periódicos, pero esa persona, un novelista exquisito, decide pulirlo con otras palabras. Darle lustre, concederle pervivencia en la corriente de lo corriente. Una buena cantidad de páginas, bello texto, conmovedoras frases.
Para preservar identidades se cambia algún detalle. Nombres, lugares. Esas cosas. Ahora, desatada de ligaduras, la historia empieza a tener su propia vida. Se despega del suelo e intenta volar. Y así también cambia esta minucia y esa pizca. Se exagera un poquito en esto y se minimiza aquello. Se bruñe al protagonista, se le confecciona un traje a medida. Asimismo se atavía el relato. Se ponen tildes y acentos.
No es suficiente. Se publica el libro pero no termina de calar. Una minoría encantada, literatura de culto. Pero la historia se olvida.
Y se retuerce en su tumba de silencio hasta que un director de cine planea orientar sus focos hacia la historia que casi nadie conoce ya. Se prepara un guion, se vuelven a limar algunas aristas y se erizan astillas en otras partes. Se amputan extremidades del relato, alguno de sus órganos se somete a cirugía, todo bajo la licencia que conceden cuatro palabras: «Basada en hechos reales». Hay que recrear al héroe. Un productor decide jugársela. Se buscan actores. El elegido, el héroe, es el ídolo del momento. Su sola presencia hace estremecerse al personaje del libro.
Silencio, se rueda.
Y ahora sí, la historia desconocida será inmortalizada. Para siempre. Comentarios, lágrimas, reseñas, pasiones, escalofríos, sueños. El héroe será un rastro perenne en las entregadas mentes del gran público, esas personas acostumbradas a pasar por alto los sucesos que parecen ordinarios.
