escaparatismo

/ 8 abr 2025 /
«Un barco está a salvo en el puerto. Pero no se han construido los barcos para eso».
William Shedd

Aquí estamos. Sentados cara a cara, tú en un lado de la mesa y yo en el lado opuesto. Parapetados cada uno detrás de su copa.
Por momentos, creo que me confundes con un reclutador de recursos humanos. Y me conviertes en mero espectador mientras repasas tu currículum, alardeas de tus logros y narras tus éxitos sin dejarte ni uno. Estaría a punto de hacerte la ola si no fuera porque hace rato que mis oídos están desconectados de lo que se ha convertido en hemorragia fatigosa de palabras que salen de tus labios y ahora solo me refugio en la contemplación de tu lenguaje no verbal, que me habla mucho más de ti que la lista de greatest hits que me recitas.
Me hablas a través de la forma en que, alternadamente, me miras y esquivas mi mirada, perdiéndote en un punto de fuga muy lejano, por encima de mi hombro izquierdo. También me hablan tus manos, agitadas con armonía, dibujando mundos, acariciando el aire por momentos. Por cierto, qué bellas manos y cómo se nota que las cuidas con esmero. Eso también me habla de ti. De tu boca, pródiga en palabras que ya no escucho, aprendo asimismo por la manera en que se frunce o se estira al pronunciarlas. Ahora arrugas la comisura, ahora enseñas un poco los dientes... De forma muy sutil se mueve tu nariz con gracia cuando hablas y me está empezando a hipnotizar ese leve vaivén que, si en principio era imperceptible, ahora me parece el movimiento más alucinante de todo el local. Me aparto de este juego antes de que adviertas que te estoy leyendo en otro libro distinto al que tú me relatas. Y ahora paseo por ese hombro que acabas de elevar o la espalda que se arquea y me lleva hasta tu cuello, que se estira a juego.

Y sigues hablando. Entiendo que te mueves segura bajo la protección de tus relatos de hazañas personales, pero no acabas de entender que no estoy interesado en ello. Sobre todo, cuando encuentro cosas más fascinantes en las que espaciarnos. Como, por ejemplo, esa realidad que evitas y pareces esquivar, aunque todo tu cuerpo la grita al unísono.
Extraño juego de seducción: me muestras tus naipes mientras juegas una partida de ajedrez. Y creo que ya no puedo soportarlo más. En un brevísimo instante en que tomas aire para proseguir, te interrumpo.

—Por favor, termina con eso de una vez.

Es exactamente lo que estaba en mi cabeza. Sin embargo, escucho lo que acaba de salir de mi boca y ha sonado completamente distinto.

—¿Qué te parece si pedimos otra ronda?





0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Copyright © 2010 hic sunt dracones, All rights reserved
Design by DZignine. Powered by Blogger