minería

/ 8 abr 2016 /
Hace unos días, no sé cuántos (el tiempo me acuna y me confunden sus ritmos), me topé con un artículo que desenterró alguna cosa olvidada en la memoria, valga la paradoja. En el artículo se mencionaba un poema que, según decía el autor de la reseña, había citado Nelson Mandela cuando fue por fin excarcelado después de casi 30 años pasados en las prisiones de isla Robben, de Pollsmoor y de Víctor Verster. El "poema" en cuestión es este:

Our deepest fear is not that we are inadequate. Our deepest fear is that we are powerful beyond measure. It is our light, not our darkness, that most frightens us. We ask ourselves, who am I to be brilliant, gorgeous, talented, fabulous? Actually, who are you not to be? You are a child of God. Your playing small doesn't serve the world. There's nothing enlightened about shrinking so that other people won't feel insecure around you. We are all meant to shine, as children do. We were born to make manifest the glory of God that is within us. It's not just in some of us; it's in everyone. And as we let our own light shine, we unconsciously give other people permission to do the same. As we're liberated from our own fear, our presence automatically liberates others.
(o una versión en castellano): Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que tenemos un poder desmesurado. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de ti. Esta grandeza de espíritu no se encuentra solo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros.

En primer lugar, no se trata de un poema. Es un fragmento en prosa del libro A return to love de Marianne Williamson. En el artículo se mencionaba a la escritora, aunque no la obra de la que se había sacado el párrafo. Me sonaba de forma vaga el nombre de Marianne Williamson. Poco después de rastrear algo sobre ella, entendí por qué en mi recuerdo aparecía su nombre en estado nebuloso y nada más que eso: alguien me había recomendado alguna lectura y me había comentado algunas de sus labores filantrópicas, sin embargo mi interés por sus escritos había sido escasísimo desde las primeras páginas. Cerré el libro y a otra cosa. Tener afición por la lectura no significa disponer de tiempo ilimitado y carecer de criterio para elegir lo que se lee. En fin.

El asunto es que nada más leer la cita me vino a la cabeza un muchacho latino llamado Timo Cruz, un macarra que andaba a la greña con su entrenador de baloncesto en un instituto del distrito de Richmond en la ciudad de San Francisco. El entrenador solía preguntarle: ¿Cuál es su mayor temor, señor Cruz? Y en ocasiones añadía: ¿No encajar? (¿ser inadecuado?). Después de pasarse casi el curso entero sin responder a la pregunta, y en el momento en que el entrenador está despidiéndose de sus jugadores de baloncesto en un encuentro fortuito en el gimnasio del instituto (acaba de dimitir por discrepancias irreconciliables con ciertas decisiones que ha tomado la junta escolar y se dispone a recoger sus pertenencias), un Timo Cruz transformado por experiencias vividas en los últimos meses, puesto en pie, le suelta el párrafo de la Williamson como si fuera de cosecha propia.
¿Sucedió en verdad lo que estoy contando? Al menos, así sucedió en el film Coach Carter, del director Thomas Carter, inspirado en cosas que sí fueron reales en la vida de Kenny Ray Carter (sí, ¡cuánto Carter!) durante la temporada de 1999, que es la que está reflejada en esta película de 2005. Samuel L. Jackson encarna a Ken Carter y Rick González representa el papel de Timo Cruz.
¿Sucedió en realidad esa escena de la película? Lo pongo en duda. Como también pongo en duda que Mandela, por más que lo afirme un articulista bienintencionado, haya recitado el "poema" de Marianne Williamson poco después de ser liberado. El peso de los hechos: Mandela fue liberado en febrero de 1990 y la primera edición de A return to love es de 1992. Y no se conoce ninguna máquina del tiempo que haya funcionado en algún momento. Quien inventa historias rebosantes de épica de garrafón precisa de citas efectistas, de grandes nombres y abundante parafernalia, aunque incluso los grandes eventos suelen suceder sin sonido de trompetas de fondo. Serán los cronistas los que después añadirán e inflarán esos detalles para la posteridad.

Mezclando secuencias de cine, escritos, pensamientos, recuerdos y reflexiones concluyo con esto: Leer es, en definitiva, un ejercicio de minería que consiste en extraer las rocas y minerales sepultados en las entrañas de la vida y que la explican a los ojos del lector entregado. Es una asombrosa labor de descubrimiento y redescubrimiento. Es una aventura que, como un uróboros, está destinada a perpetuarse sin fin, sobre sí misma, porque así es la naturaleza de los libros y así la describió Umberto Eco en El nombre de la rosa: "Los libros suelen hablar de otros libros". Y con estas palabras de Guillermo, su discípulo Adso enlaza otro pensamiento: "Hasta entonces había creído que todo libro hablaba de las cosas, humanas o divinas, que están fuera de los libros. De pronto comprendí que a menudo los libros hablan de libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí. A la luz de esa reflexión, la biblioteca me pareció aún más inquietante. Así que era el ámbito de un largo y secular murmullo, de un diálogo imperceptible entre pergaminos, una cosa viva, un receptáculo de poderes que una mente humana era incapaz de dominar, un tesoro de secretos emanados de innumerables mentes, que habían sobrevivido a la muerte de quienes los habían producido, o de quienes los habían ido transmitiendo".
Tal cual. Esperando ser excavados.


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