frontera

/ 17 sept 2015 /
Llueve con languidez en la frontera difusa de septiembre, en la tierra de nadie entre la exuberancia veraniega y la templanza otoñal, en el tiempo amortiguado por el equinoccio. Los pájaros de repente se han vuelto místicos, los árboles impúdicos y la tierra fragante. El sol dispara flechas romas con un arco destensado, detrás de su parapeto de nimbos y cirrocúmulos. De las entrañas del cementerio estival germinan ahora espectros que anuncian la otoñada sin que nadie pueda sentir sus cuerpos etéreos en una orgía de abrazos fugaces. El suelo celebra sus festividades. El cielo sucumbe a sus nostalgias y, como si se tratara de enormes caracoles gaseosos arrastrándose en el aire, a través de los vidrios de las ventanas penetran lentísimas volutas rociadas por una penumbra plomiza, sortean las telas de las cortinas y siembran por doquier un reguero de baba de luz sepia y húmeda. El viento, ahí afuera, intenta sacudir cada rama y barrer cada hoja caída, enmaraña nubes confusas y trastorna cabelleras de algún paseante desprevenido, mientras septiembre intenta en vano reclamar la serenidad prometida, como cada año.
El mundo no se detiene, marcha enloquecido hacia quién sabe qué páramo. Prosiguen las contiendas de los hombres enredados, algunas estúpidas y otras aún más estúpidas. Se derrochan energías y se incrementan entropías. Se malogran vidas, se pervierten juegos, se manipulan destinos, se venden mentiras, se ofrecen infiernos...

Y septiembre sigue empeñado en traerme la paz predicha, aunque sea de la forma más inesperada.
Sentado sobre la frontera mojada por las lluvias de la estación, me invade la melancolía. Empapo palabras susurradas sin sentido ni caligrafía en un té de hierbas amargas, unto divagaciones en una rebanada de pan de cenizas. Comparto mantel con esa melancolía hasta que muta en globo aerostático y me alza por encima de las brumas y las batallas estériles, por encima de las danzas frenéticas y del oleaje de los pensamientos peregrinos.
Desde arriba observo renglones torcidos de un poema que no he llegado a escribir, salpicados de latidos ignorados, de temores y de impulsos reprimidos. Pienso en enderezarlos, en detallar los matices y en matizar los detalles. Pero antes siquiera de intentarlo, y sin saber ni cómo ni por qué, brota una flor de un instante y su aroma me transporta a otra frontera de un lugar de perfecta paz.
Al tiempo de hollar sobre el umbral, preveo el cumplimiento de una promesa.


2 comentarios:

{ Unknown } on: 17 de septiembre de 2015, 15:33 dijo...

Septiembre....Precioso.

{ Unknown } on: 17 de septiembre de 2015, 16:04 dijo...

Adoro septiembre.........una frontera entre la alegría y la melancolía.........un mes donde se acaban y empiezan cosas............feliz otoño Rafa.

un beso Hada

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