miniver

/ 2 sept 2015 /
         Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doplepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar.
          (...)
          - ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro.
          - Algunas veces sí, Winston; pero otras veces son cinco. Y otras, tres. Y en ocasiones son cuatro, cinco y tres a la vez.
George Orwell, "1984"

Si se puede llamar "pseudo-relativistas" a los hijos bastardos del relativismo, también se puede afirmar que estos pseudo-relativistas van camino de hacer realidad alguna distopía conocida. ¿Quiénes son? Son aquellos que descartan la posibilidad de que exista tan siquiera un absoluto.
Incluso el padre de la Relatividad estableció en la más conocida fórmula de la Física un absoluto, una constante, llamada "c" (casualidad es que también sea la inicial de "constante", porque proviene de la palabra latina celéritās, "rapidez"), y que representa la velocidad de la luz: E = m c²
El problema de estos pseudo-relativistas es que no se libran de tener que lidiar con la paradoja que supone decir que no existe una verdad absoluta, porque esta afirmación ya sería una verdad absoluta. Pero.

La cuestión es que tal pseudo-relativismo no se basa tanto en lo relativo, sino en la indefinición. Si no se llegan a establecer unas bases, desde luego que todo se puede relativizar. Lo explicaré con un sencillo ejemplo:

6 + 5 = 14   [1a]
6 + 5 = 11   [1b]
6 + 5 = 12   [1c]
11 + 10 = 101   [2]
12 + 3 = 20   [3]

¿Cuál o cuáles de estas igualdades son ciertas? En principio, parece que solo la [1b]. Seis más cinco son once, aquí y en la China. Y eso descartaría como ciertas a la [1a] y a la [1c], porque si el resultado es 11, ya no puede ser ni 14 ni 12. Los humanos llevamos toda la vida contando las cosas con los diez dedos de las manos y ese hecho ha establecido como una certeza indiscutible la numeración en base decimal. Empero, un computador (y así será hasta la computación cuántica) está acostumbrado a contar con sus dos deditos, con sus unos y sus ceros, sus sencillos sí y no, y por eso la igualdad [2] resulta de una veracidad meridiana para su "mente" binaria. La clave, que no truco, está precisamente en eso: en establecer las bases. Todas las igualdades son ciertas o falsas dependiendo de en qué base se estén realizando. Así, la [1a] es cierta en base 7, la [1b] lo es en base 10 o decimal, la [1c] en base 9, la [2] en base 2 o binaria y la [3] es cierta en base 5.

En definitiva, formular relativismos por las apariencias de las cosas, pasando por alto la sustancia, las leyes internas, la esencia debajo de la superficie, no deja de ser una gran trampa. En ocasiones, esas leyes incluso se sobreponen a las propias apariencias y lo cierto se presenta incuestionable. Siguiendo el ejemplo anterior:
10 x 10 = 100

He aquí una igualdad que es cierta no importa en qué base esté formulada. Siempre es verdadera. Excepto que se utilice cualquier truco para justificar ese pseudo-relativismo que no encontraría ninguna otra justificación.




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