Sucedió al fin que la atmósfera se cubrió de nubes tan espesas y tan lóbregas que parecía que la misma noche se hubiera adelantado sin ser anunciada. Entonces se desató la lluvia durante tres jornadas, sin descanso hasta que el cielo volvió a mostrar el brillo de sus días luminosos. La oscuridad extemporánea había cesado. Pero, desde las montañas circundantes, el agua de las lluvias encontró los cauces para descender hasta los poblados y separar las moradas a uno y otro lado del río que fue creando. Ese río se cubrió de escamas y se transformó en una serpiente terrible que atacó a las multitudes de una y de otra orilla, envenenando a unos contra otros. Se desplazó por todo el territorio, retorciéndose y agitándose, sembrando su peste entre la humanidad, devorando y destruyendo, separando lo que desde el principio había permanecido hermanado.
La serpiente siguió creciendo y alargándose. Viajó hasta alcanzar todas las tierras, todos los continentes. Siguió dividiendo pueblos y distanciando a gentes, siguió envenenando, enfrentando y asolando.
Cuando terminó la Era del Agua, llegó el momento en que las personas se sometieron al dominio de la serpiente y se acostumbraron a su presencia. Y comenzó la Era del Viento. Y el nombre que nuestro pueblo dio a la serpiente fue «Frontera».
0 comentarios:
Publicar un comentario