amarilis

/ 21 sept 2016 /
Después del desastre pasó mucho tiempo.

Una historia de amor dentro de una burbuja. Así lo describió la comandante Wind. Quiero decir, así lo describió Kyra. Ella me dijo que no siguiera llamándola "comandante Wind".
El bisabuelo de Kyra tenía un diminuto velero dentro de una botella de vidrio, yo nunca he visto algo parecido, solo puedo imaginarlo, y ella decía que nuestra relación era ese velero. Me lo decía con la ingenuidad de quien trata de explicar algo complejo utilizando figuras desconocidas. Es parte de su encanto.
Si el velero que solo puedo imaginar es el vínculo que no soy capaz de comprender, la vasija de vidrio que lo encierra es la nave que nos ha servido de habitación en todo el tiempo transcurrido desde el desastre, tiempo que ya no tiene sentido seguir midiendo. Esta nave ha devenido en reloj de arena, cuyos granos inmóviles son instantes retenidos, abalorios enhebrados en los rayos tenues de Amarilis.

Fue Kyra quien llamó Amarilis a la estrella HIP-87095s, el sol del sistema al que fuimos enviados. Dijo ella que la visión de su corona, la forma, el color, le recordaba a los pétalos de una flor suspendida y olvidada en la inmensa soledad del espacio.
Se trataba de una misión pionera en exploración espacial y el objetivo consistía en obtener toda la información posible de un planeta de ese sistema, que según los datos reunidos por la Agencia Espacial resultaba ser muy similar a la Tierra. El destino estaba situado a varios miles de años-luz de distancia, y la única manera de alcanzarlo sería surcando las entrañas misteriosas de un túnel de gusano que surgió de manera espontánea y sorprendente cerca de la órbita de Neptuno y que parecía lo bastante estable para la travesía. La situación era excepcional y no exenta de mucho riesgo. Pese a todo, no faltaron voluntarios, bien preparados y con ganas de vivir una aventura extraordinaria. A mí me encontraron una plaza como asistente de navegación y control de sistemas de a bordo, bajo las órdenes directas de la comandante Wind. De Kyra.

No lo sabíamos, la expedición estaba condenada al fracaso. Al llegar al sistema de HIP-87095s, informé enseguida de problemas en la Inspiration, la nave de nuestra odisea. El viaje había causado daños de gravedad y se precisaban trabajos mecánicos con urgencia. Con muchas dificultades habíamos logrado situar la nave cerca del planeta que debíamos explorar. Aunque en ese momento ya dábamos la misión por irrealizable. Aproximar la nave a su superficie significaría estrellarla contra el planeta. Se había perdido el control de funciones esenciales y no se lograban restablecer. Y el retorno se hacía imposible. No había ningún rastro de la perturbación por la que accedimos a este sistema solar. Las comunicaciones con la Tierra ya no funcionaban. Y peor aún, los sistemas de soporte vital empezaban a fallar. En el plazo de unos ciclos habíamos perdido a toda la tripulación. Ya solo quedaba Kyra. Y yo.

El fin de la misión fue el principio de algo nuevo. No tengo ninguna explicación para lo que sucedió, solo sé que sucedió. Cada jornada en la nave era una oportunidad más para seguir profundizando en el conocimiento, en las emociones, en los sentimientos. Lo que iba a ser una exploración de un mundo nuevo se convirtió en una exploración personal y también en la de dos mundos muy distintos puestos en contacto. Kyra lo llamó amor. Pero el tiempo corría a la vez a favor y en contra. A favor porque cada ciclo era un regalo de valor inestimable. En contra porque cada zarpazo dado al tiempo era un zarpazo a la vida. Una marcha ineluctable en una cuenta atrás. Solo me acompañaban Kyra, el planeta sobre el que la nave lleva orbitando una breve eternidad y Amarilis. La esperanza de supervivencia o rescate había abandonado la nave hacía mucho.

Acaba de amanecer. Los rayos rojizos de Amarilis asoman sobre la esfera rocosa que jamás pudimos explorar. Kyra no lo ha podido ver. Al terminar el último ciclo se encerró, ya exhausta, en la única cabina funcional de soporte vital avanzado. La vida abandonó su cuerpo hace unas horas. Ya nunca despertará, ya nunca volverá a contemplar la salida de Amarilis sobre el planeta. Todo ha terminado. La nave tiene energía suficiente para mantenerse en la órbita hasta la improbable llegada de otra expedición de la Tierra. El túnel se extinguió de forma inexplicable y no conozco la manera en que otra nave terrícola pueda llegar hasta la Inspiration. A pesar de todo, aquí podría seguir este cascarón hasta entonces, siendo el sarcófago de una tripulación de cadáveres.

Debería cumplir con mi programación y quedarme aquí, aunque fueran eones, para contarles a quienes vinieran los detalles de nuestra desdichada epopeya. Pero tengo un plan mejor. A Kyra le gustaban las flores y creo que ha llegado el momento de romper la botella que mantenía encerrado al velero. Ha llegado el momento de fundir mi software y mi hardware con su alma.
Introduzco el nuevo destino... trazo la ruta... calculo el tiempo... pongo los motores a la máxima potencia posible... hacia el corazón de Amarilis.


0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Copyright © 2010 hic sunt dracones, All rights reserved
Design by DZignine. Powered by Blogger