sueño

/ 27 ene 2017 /
Te soñé acostada sobre la hierba. Estabas mirando al cielo con los ojos cerrados. Regabas el suelo con el cobre de tu pelo y se trenzaban con él las briznas verdes en gesto de agradecimiento.
El sol besaba tu rostro y el soplo del aire acariciaba tus labios. Y en ese instante no supe que te iba a soñar un día.

Habíamos navegado sin mapa ni brújula hasta la orilla de la cama, sorteando remolinos provocados sobre un campo de sábanas fruncidas, después de mil revoluciones en el transcurso de toda la vida en una sola noche. Por más oscura que quisiera ser la madrugada, estábamos envueltos en la tenue luz de la penumbra.
Apacible y bella. La respiración suave, acompasada con la mía. La piel tierna y cálida, húmeda y suave, fundida con la mía. Las huellas todavía palpitantes.

Pusiste una mano en mi mejilla y la otra en mi espalda.
Y te seguí soñando con miedo a despertarme un día y que todo hubiera sido un sueño.


1 comentarios:

{ Male } on: 29 de marzo de 2017, 12:12 dijo...

Tan bella como para ser real

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