2-mil-19

/ 31 dic 2018 /
Un año termina y otro año empieza, ¿y qué?
Todo seguirá igual, lo único que cambia son los calendarios.

          (escuchado ayer en un programa de radio)

Último día del año. Muchas personas están dedicando algún tiempo hoy para hacer balances, sacar conclusiones, preparar listas de nuevos propósitos... Visten y desvisten lo nuevo y lo viejo, ven agotarse la cuerda del año que se extingue y vuelven a recargarla para el que está por venir. Cambios y renovación.
En realidad, recuerda a una fecha de entrega. Quien está (o ha estado) acostumbrado a los plazos de entrega de trabajos, proyectos, etc. sabe lo importante de esas fechas marcadas bien en rojo en las agendas laborales. Las fechas de entrega son bendición y maldición al mismo tiempo. Por una parte, los agobios, prisas y desvelos para tener todo a punto para un día determinado y, por otra parte, la necesidad de abandonar por fin un proyecto al que se podría seguir por siempre ligado, ad infinitum, retocando esto, cambiando aquello, mejorando o empeorando (quién sabe), evolucionándolo con uno mismo, hasta la fecha en que, sin estar del todo terminado para el autor, no queda más remedio que superar el día de la marmota, darlo por terminado, despedirse de él y dejarlo en el mundo a su propio destino. ¿Cuál es la bendición y cuál la maldición? Eso ya no lo sé. Quizás ambas a partes iguales.

Último día del año. La eterna incertidumbre por lo que está un poco más allá del día, la página en blanco, la expectativa y la nube de mariposas estomacales. Todas esas cosas de siempre.
Hoy podría ser un día cualquiera, pero es fecha de entrega.

Sean felices. Si quieren.



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